thePencil.org as vezes no silêncio da noite
lunes, 2 de noviembre de 2009
tiempo al viento
Estoy descubriendo recién este lugar que elegí para hacerlo mío. Estoy aún un poco perdida, sorprendiéndome todos los días con algún ruido, algún movimiento extraño, la aparición inesperada de arañas, los sonidos de las cañerías, la gente que pasa afuera.
Pasa mucha gente, a veces demasiada. Me siento instalada en medio de la feria dominical que se pone todas las semanas en Arica y a la que mis hermanas y yo gustábamos tanto ir.
A veces despierto en medio de la noche, sudada, temblando, pensando que anda alguien caminando por el pasillo y piensa atacarme cuando menos lo espere. Lo siento claro, pues el crujido de la madera así lo anuncia sin descanso. Intento calmarme, convencerme que es el crujir natural de la madera vieja, que ha sido pisada tan constantemente por años.
Aunque este espacio se está amoldando de a poco, aún sus murallas están vacías y a veces me da la impresión que se achican e intentan aplastarme y tengo ganas de salir corriendo y llorando.
Sí, llorando. Quizás porque hace mucho tiempo no lloro y no porque me falten ganas, sino que mis ojos son así, bastante cíclicos y pasan por períodos de sequía.
Y sigo aquí, en la parte principal, frente a las ventanas grandes de vidrios sucios que me convencieron de quedarme. Frente a mi hay una vieja iglesia que me despierta sagradamente cada domingo a las 8 de la mañana con sus inoportunas e insoportables campanas. Yo las maldigo, como corresponde.
Y es aquí, donde con las murallas vacías además de buenos cuadros y alguno que otro afiche político esperan mis respuestas rezagadas en algún extraño lugar. Estoy aquí sabiendo que quiero ir a otros lados, que quiero andar perdida por el mundo sin un rumbo muy fijo y todo esto va más allá de mis simples instintos nómades. Claro que sí! No se trata de que yo sea una cabra lesa que intenta evadir responsabilidades y quiere pescar su mochila y salir por esa puerta gris sin dirección alguna. NO! Es sólo que necesito más, necesito esta estabilidad trasladada a otras dimensiones y ojalá a otro idioma. Porque aquí estoy ahora sólo porque se supone que es lo que debo hacer.
Pero estamos en época de campaña presidencial y vaya como odio eso. Odio ver las murallas rayadas con las peores caligrafías del mundo, con nombres de patrones de fundo en mayúscula. Con letreros enormes que me recuerdan que no tengo opción y que hasta el último minuto en la urna dudaré de la alternativa que escoja. Está toda la ciudad convertida en una mierda con tanto panfleto dando vueltas, con tanta cara de Sebastián Piñera recordándome que pronto espera comprarse el país también y por poco invade mis sueños y compra acciones oníricas que le permitirán manejarme también desde el subconsciente. Pero no, no quiero ni pensar en esa posibilidad, sólo quiero virarme un poco. Descansar de esta locura de entrevistas políticas, afiches rasgados y camionetas disfrazas que pasan cada día por mi calle.
Y eso que por esta calle pasan muchos locos. Se escuchan gritos a cualquier hora y cada dos días, a lo menos, hay alguna pelea callejera, casi siempre entre miembros de una misma familia que venden distintos productos en la misma cuadra entre Chacabuco y Pedro Montt.
La verdad ni siquiera tengo ganas de escribir, porque soy torpe, muy torpe y no me resulta muy cómodo tipear en estos momentos. Es porque estoy nerviosa, esperando una respuesta que puede que me cambie la vida. Como puede que no y que todo siga igual, sin ningún tipo de turbulencias ni mucho menos una olita.
He consumido dos paquetes de pañuelitos desechables por causa de una rinofaringitis pero no he sido capaz de ocupar las hojas de dos cuadernos vacíos que hace algún tiempo me propuse llenar. Da igual. Nadie los iba a leer de todas formas y tampoco es tan guey hacerlo sólo porque estaba enferma y tenía mucho tiempo para hacer lo que me plazca. Eso de guey me recuerda tanto a un amigo, que creo querer mucho, porque pienso en él y no logro dejar de emocionarme, pero la verdad es que de apoco debo asumir que él prefirió apartarme de su vida y “sin más” (como también dice) continuar en otro país sin la mínima intención de volver a incluirme en ella.
Pero yo he dejado tantas cosas abandonas este último tiempo.
Arrastro mis pies como si cargara bototos de guerra y me paseo por la ropa que cubre todo el parquet de mi habitación. Me siento pesada, muy pesada y arrastro conmigo un montón de retazos hasta el comedor. Aquí tampoco estoy tan a salvo, sólo que con más luz. Me saco los bototos e intento ver los dedos de mis pies y entender porque pesan tanto. No tengo respuestas.
En realidad creo que sólo me distraigo para evadir lo evidente. Quiero irme de aquí. Me invade la curiosidad. Irme para saber qué soy capaz de hacer y hasta donde. Aquí no puedo, aquí me detiene el tiempo y un par de arrepentimientos. Sigo haciendo lo que otros quieren y por lo mismo me vuelvo ciega cuando intento ver desde aquí, desde este asiento duro y añejo, qué es lo que yo quiero realmente.
Pero siento náuseas y todo se mueve muy fuete. Ahora mismo me siento como arriba de un barco pirata y todo me da vueltas, sólo sé que quiero vomitar y parar de una vez. Tengo una vela de vainilla encendida y es el único aroma que no me molesta. Todo lo demás me revuelve el estómago y me siento enferma. El tiempo pasa lentamente en mi reloj y me siento más mareada aún. Tengo asco y no puedo dejar de pensar como sería todo esto si la casa estuviera vacía de verdad y no hubiera en cada habitación un fantasma susurrándome al oído que me vaya, que es ahora cuando debo irme y tomar la decisión sin sentimiento de culpa, sino que muy orgullosa de haber sido cara de raja y egoísta y solo escuchar mis pensamientos iracundos y ponerme los audífonos y partir sin mirar atrás, porque cualquier recuerdo u objeto me pueden convertir en una estatua de sal al igual que la esposa de Lot, esa pobre mujer que no fue recordada por nada más que por ser esposa de alguien y encima convertirse en estatua. No, yo no quiero eso. Quiero irme liviana y dejar en el clóset mis bototos de guerra, bien limpios eso sí, para que el barro con que los ensucie después sea nuevo y fresco, como de pantano de la selva. No quiero que se seque en las hendiduras de mi suela y dejen huellas para siempre. No. Sólo quiero salir de una vez por todas y volver cuando sienta que aunque todos me odien me di el gusto de viajar y volver cuando mi tranquilidad me diga basta.
 
posted by Nita Mussa at 20:36 | Permalink | 1 comments