Ayer fue un día tan gris como las imágenes de Londres que he visto por televisión. El sol decidió ubicarse y atinó a esconderse, ya que su comportamiento no corresponde al debido en invierno.
Quizá por eso me perdí camino a tu departamento. Pasé de largo y varios metros más allá advertí mi error. Entonces una sensación extraña dominaba mi nariz y me provocaba ganas de estornudar. Creo que era la contaminación apestosa de Santiago.
Ya de vuelta, cuando llegué a la estación Baquedano del metro, me quedé sentada un buen rato. Tenía la mirada algo perdida y no me importó mucho que se me pasaran varios trenes. Me quedé pensativa con lo que estuvimos conversando y no lograba convencerme de tus palabras.
Me dijiste tantas cosas del pasado y del futuro que me costó hilarlas, darles un sentido. Era como obvio que eso pasaría en algún momento y las propuestas harían su triunfal llegada. Claro que me gustó mucho que confies así es mí, que no tengas problema en reconocer tus miedos y mostrarte a veces muy vulnerable. Dejas un poco tu capa de super héroe y te vuelves alguien de carne y hueso, lo que evidentemente hace que me gustes más. Por eso apreté fuerte tu mano, para que me sientas a tu lado y sepas que estoy ahí. Creo que lo sentiste y por eso pudiste dormirte un ratito, sin soltarla.
Y ahi en la estación de metro, a esa hora en que hay mucha gente, aún cuando es domingo, me preguntaba tantas cosas al mismo tiempo, replantéandome una vez más lo que quiero y debo hacer.
Así, con la mirada perdida en los rieles, de pronto vislumbré una pareja de jóvenes enamorados. Juntaban su frente para mirarse fijo a los ojos y luego besarse suavemente.
Ha sido una de las pocas veces que no me produce rechazo ver las expresiones públicas de amor, quizá porque estas no eran exageradas, ya que la mayoría de las veces los pololos olvidan que hay gente y se languetean y manosean como quieren.
Pero ahora era tan distinto. Ellos parecían estar en otro planeta, en un realidad suya, como si estuvieran dentro de una burbuja y no captaran que estaban rodeados por decenas de personas.
Y de pronto me di cuenta que ella era sordomuda y él se esforzaba por responderle dentro de su lenguaje. No me fue necesario conocer las señas para saber lo que ella le decía y él respondía.
Todo en ellos era amor, respeto, cuidado.
No sé cómo se habrán conocido, ni tampoco si él aprendió el lenguaje de señas para comunicarse con su enamorada o por otros motivos, pero me quedó claro cuánto se amaban.
La mirada de ella era tan transparente y el abrazo de su novio se veía tan sincero, que parecían personajes de una película francesa que vi hace un tiempo. En ese momento solo estaban concientes de su existencia.
Y entonces me pregunté qué pasaría si de pronto todos los ruidos y voces se apagaran¿ Sería capaz de encontrar una voz que me hable dentro de mi silencio?¿ Existiría alguien que rompiera barreras para comunicarse en mi lenguaje? ¿Sería tan afortunada como ella al tener un hombre que me ame pese a mis limitaciones?
Entre tanta pregunta se me mezclaron los temas... entre el replanteamiento, el amor incondicional y la película del otro día
Cuando finalmente decidí ponerme de pie y abordar uno de los carros, en imágenes en blanco y negro apareciste tú, quizá como mi gran alternativa para salvarme del ataque de las hormigas asesinas...y no como el súper héroe que imaginé cuando solo te conocía en fotos, sino que como el hombre en carne y huesos que a veces siente miedo.